Cuando aquellos paradigmas comenzaron a cambiar en la Inglaterra de los 1700, ese país llevaba ya doce años de haber experimentado otra revolución -la “Revolución Gloriosa”- que le habían dado bases e instituciones sociales, políticas y económicas que no solo produjeron la Revolución Industrial sino que potenciaron sus efectos.
Básicamente esos cimientos consistían en haber eliminado el absolutismo político, en haber producido un reconocimiento amplio de los derechos civiles de los individuos y en haber organizado un poder judicial independiente del poder político.
(...)
Nótese entonces cómo el reconocimiento amplio y sin cortapisas del derecho de propiedad antes de ser oligárquico y generador de privilegiados, es un gran igualador social y la verdadera herramienta que pone bajo un cerco de límites precisos el poder de los poderosos.
Se trata, claramente, de la interpretación opuesta que los socialistas y los progres argentinos han querido venderle a la sociedad en defensa de su propio poder y de sus propios privilegios. El nacimiento de un núcleo social fuerte, propietario, independiente y autosuficiente haría que el poder del Estado y del gobierno (encarnado en la casta que se instala en sus sillones) disminuyera sustancialmente en tanto esas personas no precisarían ni de la dádiva, ni del favor, ni del plan, ni de la limosna pública para vivir.
En la base del atraso de los países existe siempre, pues, la defensa de un interés de poder sectario que sabe que si las riendas de la vida dependieran de las decisiones privadas de las personas, su influencia y su peso en la sociedad disminuirían en la misma medida en que crecería el de éstas.
La revolución al revés, por Carlos Mira.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario