“Quizá la reforma de mayor calado que adoptó Nueva Zelanda fue la del sector agrícola. La isla oceánica ha logrado algo que no ha hecho ningún otro país: abolir todos los subsidios y todas las medidas proteccionistas introducidas para “proteger” al sector primario.
Entre 1984 y 1990, las medidas supusieron un duro periodo de ajuste para las explotaciones agrícolas. Sin embargo, completada la reconversión, la situación empezó a mejorar de manera continuada. Poco a poco, el peso de la agricultura sobre el PIB volvió a crecer, en línea con una productividad que se multiplicó por cinco. Se esperaba que el 10% de las empresas del sector iba a quebrar, pero la cifra final no llegó al 1%.
De media, las ayudas públicas en los países desarrollados suponen el 30% de la producción anual del sector agrícola. En Nueva Zelanda, los programas que aún están en vigor son tan insignificantes que apenas el 1% del “PIB primario” está ligado al Estado, un porcentaje treinta veces más bajo que el registrado en el resto de países ricos.”
Copiado de La revolución liberal de Nueva Zelanda.
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