A pesar de que el menemismo siguió efectivamente los dictados del Consenso de Washington, lo hizo a la manera peronista, con la fe de los conversos. Quizá nuestra gran desventaja actual frente a Brasil, que es cada vez más honda, haya comenzado en aquellos años, específicamente con la distancia intelectual que va de Menem a Fernando Henrique Cardoso. Los pensadores del liberalismo clásico desconfiaron siempre de la convertibilidad porque el sistema monetario de cambio fijo era una metodología dirigista que ya había demostrado sus graves defectos en el mundo. También criticaban el populismo administrativo de Menem, quien en lugar de cerrar el agujero fiscal lo iba abriendo y emparchando con una monumental deuda externa. Le recriminaban, a su vez, que privatizara rápido y mal, y que pasara sin anestesia de la empresa estatal monopólica a monopolios privados. Que se rodeara de cazadores de privilegios y de mercados cautivos, "pruebas todas ellas de antiliberalismo", escribían.Cómo nos gusta que el peronismo nos mienta, de Jorge Fernández Díaz
De igual modo, estudiosos del nacionalismo económico revelan que existe un abismo entre el discurso y las acciones en la gestión kirchnerista. Daniel Aspiazu, Pablo Manzanelli y Martín Schorr, tres especialistas del área de Tecnología y Economía de Flacso, demostraron con cifras frías que los fenómenos de concentración económica y extranjerización de la estructura productiva que comenzaron en los '90 se ampliaron y consolidaron en esta década kirchnerista. Llegaron a esta conclusión midiendo, entre otras variables, el peso de las firmas transnacionales en el valor bruto de la producción argentina, en la industria y en el comercio exterior. Un dato duro para ilustrar: en 1993, sólo 50 de las 200 empresas más grandes del país eran controladas por el capital extranjero. En 2009 ya no eran 50: eran 117, y representaban más de la mitad de la facturación total.
domingo, enero 13, 2013
Espejismos peronistas
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