sábado, noviembre 26, 2011

¿cómo hago para salir a explicar que es blanco todo lo que hasta ahora decíamos que era negro?

Nos han secuestrado a la Presidenta, no sabemos dónde la tienen y nos están poniendo una burda imitadora, probablemente salida del staff de Tinelli, que físicamente se le parece bastante, pero que cada vez que habla o hace algo mete la pata porque la señora, la verdadera, haría o diría exactamente lo contrario. Hasta ahora no quise decir nada porque no lo podía creer. Empecé a sospechar cuando ella, compradora compulsiva de dólares, mandó prohibir la compra de dólares. Después me llamó la atención que empezara a destruir el castillo de los subsidios, piedra basal de nuestro modelo, para sustituirlo por un burdo tarifazo que traerá más inflación y más pobreza.
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A Aníbal Fernández no hizo falta buscarlo: llamó él. "Che, no sé qué hacer con tanto barquinazo. Es cierto que me le animo a todo, pero? ¿cómo hago para salir a explicar que es blanco todo lo que hasta ahora decíamos que era negro?" Su frase final me comió la cabeza: "¿No te parece que Cristina está irreconocible?"
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De esa ronda de conversaciones, la más significativa es la que tuve con De Vido. Fui de frente con mi sospecha de que la Presidenta que estábamos viendo era trucha. Me cortó en seco. "No vuelvas a repetirlo. Esta es la auténtica Cristina: pragmática, realista, peronista, que se fía más de nosotros que de los imberbes de La Cámpora. Todo lo que está haciendo está muy bien. Por fin se dio cuenta de sus errores." Después de cortar no me quedó duda: la tiene secuestrada él.

Lo más burdo de la patraña de De Vido y sus cómplices fue llevar a la falsa Cristina a la Conferencia de la UIA y hacerle decir todas cosas horribles y contrarias a nuestro credo: mimar a los empresarios, darle la espalda al reparto de ganancias entre los trabajadores (un proyecto que el propio Néstor había alentado), hablar de inflación, ponerlo a parir a Moyano, pedirles a los obreros que trabajen más y protesten menos? ¿Quién en su sano juicio puede creer que nuestra Presidenta, la reina del progresismo, la madre de los pobres, va a estar preocupada por robarse un aplauso en el templo del capital? A los ricachones que la ovacionaron, felices porque esa señora decía todo lo que ellos querían oír, me gustaría gritarles: ¡cayeron en la trampa! ¡Los engañaron!

En el artículo Mi mensaje a Cristina: ¡la extrañamos! de Carlos M. Reymundo Roberts.

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