Cuando llegó a la Casa Rosada dije algo que mantengo ahora: estoy contento de que haya ganado Macri las elecciones, pero también lo estaría si las hubiera ganado el conde Drácula. En efecto, es muy difícil empeorar el desastre del populismo kirchnerista, su demagogia, su sectarismo, su desprecio a las instituciones democráticas y republicanas, sus alianzas internacionales con lo peor del planeta, su corrupción y su calamitosa gestión económica.
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Mauricio Macri mantiene una aprobación popular bastante elevada, a pesar de la recesión y la inflación, incluidos los tarifazos, pero no está claro que su estrategia sea sostenible. En vez de atender a las explicaciones convencionales de los grupos de presión que sigue financiando, como los sindicatos y los piqueteros, con la manida y falaz excusa del “estallido social”, igual debería pensar en la historia de su país, con tantas crisis repetidas por el exceso de gasto público, el endeudamiento, y la falta de medidas liberalizadoras.
Es posible, por supuesto, que la situación cambie a mejor. El economista Iván Carrino ha destacado el liberalismo probado del nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Y Martín Krause, catedrático de Economía de la Universidad de Buenos Aires, subrayó que Macri acaba de apuntar hace pocos días la necesidad de un cambio de valores, que deje atrás el intervencionismo populista, con brillantes promesas cortoplacistas que se tornan siempre en ruinas a medio plazo. Sería desde luego maravilloso superar la demagogia antiliberal y antirrepublicana de las consignas populistas como “los derechos se defienden en la calle”, y no en la Justicia, barbaridad típica de los piqueteros kirchneristas y de sus amigos españoles de Podemos. Sería magnífico dejar atrás su mensaje totalitario que busca la expansión de la política a expensas de la sociedad, y del Estado a expensas del mercado, en un ejercicio ilimitado del poder orientado sistemáticamente al recorte de derechos y libertades individuales. El problema, advierte el doctor Krause, es que nadie en el Gobierno argentino “se preocupa por las ideas y los valores”.
Si Macri empieza, bien iremos. Podría inspirarse el presidente en los mejores momentos de la historia argentina, cuando el liberalismo la convirtió en pocos años en un país rico y admirado. Por hablar de historia, podría remontarse hasta sus orígenes más remotos. Los primeros argentinos de la Cueva de las Manos parecen saludar, simpáticos. Pero ¿a que también parecen pedir que los dejen en paz?
Macri en la cueva de las manos, artículo de Carlos Rodriguez Braun.
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