Durante un par de siglos fue legítimo creer que las recetas comunistas o socialistas realmente servirían para posibilitar la creación de sociedades más justas y más prósperas que las existentes, pero todos los intentos de hacerlo fracasaron de forma tan miserable, luego del asesinato de por lo menos cien millones de hombres, mujeres y niños, que a esta altura nadie cree sinceramente en la utopía revolucionaria. Así y todo, para muchos las consignas y la metodología de aquella ilusión movilizadora aún conservan su atractivo, razón por la que se aferran a ellas a pesar de entender los más lúcidos que cualquier intento de aplicarlas tendría consecuencias catastróficas.
El ruido de la calle, de James Neilson.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario