Otra vez, muchos de los que contamos con algunas décadas de vida empezamos a sentir que vivimos en el país del eterno retorno. Han vuelto a dominar la escena muchos de los viejos actores, dispuestos a cumplir con su papel en un argumento al que parecemos condenados a regresar cada vez que los guionistas perciben que el poder, el verdadero, empieza a escapárseles de las manos. Los privilegios de la Argentina corporativa están muy enraizados. Y alcanzan a muchos, demasiados, no sólo a la élite política, sindical y empresarial que los ha venido administrando durante décadas para quedarse con la parte del león y distribuir las migajas. Son el sedimento de décadas de corrupción y clientelismo, y la verdadera razón de los índices de pobreza que han mantenido en la exclusión a argentinos de varias generaciones.
En La crisis de siempre, pero muy distinta, artículo de Héctor Guyot.
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