La prosperidad afianza gobiernos, instala el reeleccionismo y excita la tentación populista, sólo posible cuando hay dinero. Se ganan muchas elecciones usando abusivamente los recursos del Estado, con un clientelismo que ya ni siquiera ofrece empleo como antes, sino que da dinero y amarra conciencias.
Se habla pomposamente de "transferencias condicionadas", los organismos internacionales los bendicen, pero la dádiva se entrega y la condición no se cumple. Estadísticamente, hay un indigente menos, aunque bien sabemos que no ha adquirido la posibilidad de sustentarse por sí mismo. Si se le quita la prebenda, se cae de nuevo. Y su hijo se cría mirando un padre que no trabaja. No es un trabajador desocupado. Es un mendigo presupuestado. Por supuesto, esta afirmación no integra el nuevo vocabulario progresista, pero si imaginamos que esos nuevos latinoamericanos podrán competir con los esforzados chinos, productos de la moral confuciana, estamos fuera de este mundo.
La tentación populista corroe la democracia. La prensa trabaja amenazada en demasiados países: Venezuela, Ecuador, la Argentina. Las Constituciones se estiran como un bandoneón para hacerles decir lo que quieran. En el legalista Uruguay, el Parlamento se permitió derogar una ley que había ratificado la ciudadanía en dos plebiscitos, con veinte años de distancia. No estamos en dictadura, pero la democracia está nublada.
Julio María Sanguinetti
Ex Presidente del Uruguay
En el artículo Cenizas de ayer, semillas de futuro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario