domingo, diciembre 04, 2011

El equipaje es un indicio de la apertura comercial

Los viajeros de países con economías cerradas suelen llevar sus valijas cargadas de importados, según Meyer

Por Juan Carlos de Pablo

Cuando falta un bien, aumenta la demanda de los sustitutos más cercanos. Las licencias no automáticas de importación incrementan las dificultades para que los artículos fabricados en el exterior puedan ser comprados en cualquier comercio de barrio. Quienes tienen menos recursos se vuelcan hacia la compra de los sustitutos fabricados localmente; los ricos viajan, y en vez de conocer maravillas naturales, visitar museos o ver espectáculos, se la pasan comprando y calculando cómo eludir a la Aduana argentina.
Al respecto entrevisté al argentino Arturo Carlos Meyer (1940-1995), quien fuera director de Política Económica en el Ministerio de Economía de la Nación y gerente de investigaciones económicas del Banco Central. En 1969, en Económica , la revista de la Universidad Nacional de La Plata, publicó un interesante trabajo titulado "Frederick List, un profeta olvidado".

-En los libros de texto de comercio internacional, las opciones que tiene el consumidor son la compra de un producto importado, pagando los recargos correspondientes, o la adquisición de un producto similar, fabricado dentro del país.
-En la práctica existen otras. Una de ellas es el contrabando, es decir, que el comercio del barrio sigue vendiendo artículos importados, pero, como no cumplió con la legislación, no los ofrece en las góndolas, sino en la trastienda y a los clientes "confiables". La otra alternativa consiste en viajar al extranjero, comprarlos allí y traerlos personalmente, como parte del equipaje.
-Concentrémonos en este último caso.
-La próxima vez que estés en un aeropuerto del que salen aviones para muchos países, recorré las filas de los pasajeros y observá el equipaje que despachan. Visualmente vas a poder calcular el grado de apertura de las economías. Cuando se viaja a países con economías abiertas, el equipaje es minúsculo; cuando se viaja a países con economías cerradas, no despachan un elefante porque Dios es grande.
-¿Cuál es el problema?
-El comercio surgió de manera espontánea cuando alguien, viendo que todo un pueblo se desplazaba de un lugar a otro para comprar un mismo producto, les dijo al resto: "Muchachos, ustedes quédense aquí, ocupándose cada uno de lo suyo, que yo viajo y lo traigo para todos". Lógicamente que cobrando por el servicio. No hay obligación de comprar en el comercio, por lo que su florecimiento es señal de que resulta útil. De manera que el hecho de que como consecuencia de las restricciones cada consumidor tenga que ir personalmente a adquirir el mismo bien al lugar donde se lo fabrica, es un enorme desperdicio de recursos.
-¿Sólo eso?
-No es poco. Pero, además, una restricción que debería ser para todos recae, fundamentalmente, en los más pobres porque, como los ricos pueden viajar, se siguen abasteciendo en el exterior. De manera que la medida, además de ineficiente, es regresiva.
-¿Qué otro problema hay?
-Que la elusión de la barrera arancelaria tampoco funciona con igual intensidad en todos los productos. Por una cuestión de tamaño, a los fabricantes de autos no les preocupa la importación de productos a través del régimen de equipajes; en cambio, se preocupan y mucho quienes fabrican productos electrónicos y también prendas de vestir. A propósito: las autoridades aduaneras parecen estar mucho más atentas a la importación "indebida" de computadoras personales o teléfonos celulares que a la introducción al país de ropa fabricada en el exterior.
-Cuando encima los tipos de cambio son múltiples y se pueden comprar artículos en las tiendas que no cobran impuestos, el viaje es un pretexto total.
-Exacto. Recuerdo cuando, hace un cuarto de siglo, comprar el pasaje al tipo de cambio más bajo y adquirir determinada cantidad de dólares al tipo de cambio oficial volvía rentable un viaje al exterior que en sí mismo no tenía sentido. Alentado, además, por la compra de bebidas alcohólicas y cigarrillos en las tiendas libres de impuestos, revendidos a mayor precio en el mercado local. Un desperdicio de recursos total.
-Estimado Arturo, muchas gracias.

Copiado de La Nación.

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