Permítanme entonces reconocer que: “La izquierda defiende brillantemente la estupidez, y la derecha estúpidamente la brillantez del sistema que permitió la libertad individual y la creación de riqueza por primera vez en la historia”. Así, el socialismo está vigente en Occidente en sus variadas vertientes, en tanto el sistema que produjo la riqueza es descalificado por “capitalismo” donde existe el pecado original de la desigualdad económica. La realidad es que el socialismo se ha apoderado del poder político, y en la búsqueda de la igualdad crece la desigualdad política en la medida que aumenta el gasto público, que de hecho implica la violación del derecho de propiedad y más aun del derecho a la búsqueda de la propia felicidad.Copiado de La virtud del miedo y el pecado de la igualdad, de Armando Ribas.
Al respecto puedo recordar a Alberdi y su conciencia de la falacia del socialismo. Así dijo: “Las sociedades que esperan su felicidad de manos de los gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza humana: “Puedo decir entonces que esa observación implica una paráfrasis del principio fundamental de la libertad que tal como lo propusiera John Locke es el derecho a la búsqueda de la propia felicidad. Y ese principio precisamente se basa en la concepción clara de la naturaleza humana. Consecuentemente insisto en la evidencia de que tales principios se ignoran en la Unión Europea, asi como en América Latina y todo parece indicar que en Estados Unidos se están olvidando de los Founding Fathers. Tampoco creo que sea posible aprehenderlos en el Medio Oriente donde todavía no se ha logrado siquiera la separación del Estado de la Iglesia.
Como conclusión entonces tenemos que el miedo ha logrado la paz, y la igualdad ha generado pobreza. Seamos optimistas y pensemos que es posible que en Occidente en el medio de la paz, y las falencias y fracasos del socialismo, se reconozcan los principios que generaron el mundo en que vivimos, y olvidemos la pasión por una igualdad que es contranatura.
domingo, enero 26, 2014
El pecado de la igualdad
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