Alrededor de 2006 o 2007, el Gobierno adoptó dos iniciativas que tuvieron carácter estratégico y que explican buena parte de la situación económica y social actual: en primer lugar, se tomó la decisión de inflacionar la economía; en segundo lugar, la de limitar las inversiones en petróleo y gas. La inflación se gestionó a través de políticas expansivas en materia fiscal, monetaria y de ingresos: se aumentantaron el gasto público, la cantidad de dinero en circulación y los salarios. Tomada esa decisión, se usaron tres procedimientos para evitar que la inflación se descontrolara: mentir en los índices estadísticos del Indec, preservar el dólar relativamente quieto y mantener los precios del transporte, la energía y otros manejados por el Estado por debajo de la inflación. En el curso de los años siguientes, los economistas percibimos la inconsistencia de esta política. Se parecía a pisar una "mina antipersonal", de esas que no explotan en el momento de pisarlas, sino cuando se levanta el pie.
En Sólo queda convivir con la explosión, de Mario Rappoport.
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