jueves, diciembre 26, 2013

Café noventista 1

“Si lo ves a Carlos mandale un abrazo”, piden. Como si se jugaran.
Descuentan que es aún políticamente incorrecto -y hasta patéticamente inconveniente- establecer una línea de comprensión distinta a la visión oficial. La predominante, de los vencedores transitorios del relato.
Es la interpretación que lo condena. Que paraliza a los distantes seres objetivos que impugnan, en silencio, la visión tan plácida de la historia. Siempre acomodada al oportunismo (o la hipocresía) de la coyuntura.
En el país de los finales horribles, cuesta admitir que el hombre -Menem- supo encabezar la más notable transformación económica que se tenga memoria. La gestación del clima de inversiones que cualquier distraído, con fervoroso maniqueísmo, hoy devalúa. O degrada.
Comparar aquel ciclo dinámico del capitalismo, con la pesadumbre retórica de la actualidad, significa apelar, apenas, a la autocompasión. A la flagelación del destino.
Sólo cuando se despejen las turbulencias de la frivolidad imperante podrá aceptarse que, durante la gestión de Menem, transcurrió la última apuesta estratégica de política internacional. Para la Argentina, que no siempre estuvo a la deriva.
Cuando el mundo estaba ahí nomás. Cuando desfilaban los presidentes en el Hotel Alvear, uno o dos por semana, y el universo entero nos tenía en cuenta.
De Jorge Asís en Café noventista con Menem

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