Pero en otros lugares la mirada es diferente. Desde el punto de vista de la valoración social, en el mundo anglosajón importa más la naturaleza de tus intenciones y la intensidad de tu esfuerzo que el resultado concreto de tus actos. Allí se condena al malintencionado o al que no pone suficiente empeño, pero nadie opina que fracasar sea malo en sí mismo.
Yendo un paso más allá, en la búsqueda de inversores para un proyecto haber tenido un fracaso previo puede ser visto, incluso, como un dato positivo. Las condiciones para ello son: no haber actuado maliciosamente, haber dejado todo en la cancha y haber sido capaz de aprender de los errores. El fracaso de alguien honesto, dedicado y humilde es visto como algo favorable.
¡A fracasar! Fallar para lograr lo que queremos, de Santiago Bilinkis.
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