Seamos sinceros. El metrobus está fenómeno, la gente puede esperar el bondi en un lugar iluminado, más seguro, bajo techo, agiliza, ordena, etc. etc. Pero no nos engañemos, un Metrobús es una doble cinta de asfalto, con una vereda de hormigón, un techito metálico, luces, señalización, asientos y un par de papeleros. No hicieron el Canal de Panamá. No festejemos los penales.
En el fondo, lo mejor del metrobus es que es una obra temporaria. Algún día, cuanto tengamos guita, inauguraremos trenes, subtes, soterramientos, túneles, viaductos, autopistas a nivel y bajo nivel y así resolveremos en serio el problema del transporte público. Y cuando ese día llegue, vamos a agarrar el metrobus y, así de rápido como lo hicieron, en un par de semanas lo desarmás y se lo vas a poder vender a cualquier otro país bananero.
De todos modos, nobleza obliga, algo es algo. Por suerte, dentro de todo el Compañero Mauri estuvo medido, arengó con una breves palabras y chau.
Imaginate si lo hubiera inaugurado Ex Ella. Hoy domingo, todavía estaríamos en Cadena Nacional, escrachando opositores, insultando medios, felicitando a De Vido y Lopecito, y por supuesto denunciando lo que el imperialismo le está haciendo a Maduro. En fin, todo aquello a lo que nos tenía acostumbrados la banda bullanguera y valijera. Al metrobus no llegaron. Una pena.
Metrobus para la victoria, de Sergio Boersznstein.
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