Durante estos años, el Estado inventó causas judiciales, armó pruebas, promovió juicios populares contra periodistas y escupitajos de niños contra figuras de la televisión. No contento con eso, descalificó a los millones de argentinos que se movilizaron para pedirle a la Presidenta respeto a lo distinto en unas marchas descomunales que fueron la antesala de la derrota del proyecto de re-re.Esa curiosa muestra de cinismo, que postula que el pueblo movilizado con los recursos del Estado es la patria y el pueblo que se moviliza con recursos propios es la antipatria, que obliga a todos y cada uno a ponerse bajo el amparo de la opinión única, porque si no te transformás en un gorila peligroso, tuvo en los últimos años un protagonismo notable.Hasta la propia expresión democrática fue cuestionada por los defensores de la unanimidad que consideran gorila al votante porteño porque en la ciudad no gana el FPV y llegan a la barbarie de avalar las prácticas más clientelares de la política sólo porque garantiza la victoria de los candidatos oficialistas. No los espantan ni la práctica sistemática de introducir ciudadanos extranjeros por la frontera el día de los comicios ni la distribución de dinero a cambio del voto; tampoco la extorsión que sufren los trabajadores estatales presionados para votar por el candidato oficial, bajo la amenaza de perder sus empleos o de quedar fuera de la distribución de planes sociales.
Gorila, el insulto tan temido, artículo de Silvia Mercado.
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