domingo, diciembre 30, 2012

Aplausos en el Palacio de Tribunales

Federico van Mameren dice lo que mucha gente piensa sobre el caso Marita Verón y la actuación ajustada a derecho de los jueces. Cosas que mucha gente piensa, pero que no se anima a decir en voz alta.
No es una característica principal de nuestra sociedad andar alabando y aplaudiendo a los demás. Por el contrario, a veces suele ser más dura de lo que corresponde y más todavía cuando se puede hacer leña del árbol caído. Pero hay un círculo más en este infierno y suele instalarse en Tribunales. Es en ese Palacio donde se dirimen intereses personales, públicos y económicos donde más escasea el aplauso y, por lo general, los calificativos se ajustan principalmente según como les fue en las sentencias. Precisamente, en este mundo más escarpado que acolchonado es donde este viernes ocurrió el inédito caso de que un magistrado se fuera aplaudido y vivado por sus pares, por abogados y por empleados de la Justicia. Emilio Herrera Molina era uno de los tres malos de la película. Estaba mal visto desde la Presidencia de la Nación hasta por el transeúnte más desorientado. Juzgó a su parecer y conforme a su entender del Derecho, pero lo hizo nada menos que en una causa donde los acusados no tenían los mejores antecedentes y la sociedad ya había dado su dictamen. Herrera Molina fue vilipendiado, ofendido, apareció su nombre en pintadas callejeras y su teléfono estuvo al rojo vivo por improperios. Sin embargo, pese a haber nadado contra la corriente, se fue aplaudido y por la puerta grande de Tribunales.

Este hecho inédito en la Justicia tucumana marca un antes y un después en la magistratura. Las palmas cuentan con el respaldo de un grupo de magistrados que está dispuesto a ponerle el cuerpo a sus acciones y a respetar las instituciones, un poquito más de lo que lo hacen los que manejan los hilos del poder. No faltarán aquellos que sienten todavía que sus cargos se lo deben al político y que al revés de Herrera Molina atiende el teléfono y hasta hacen una reverencia cuando del otro lado de la línea la voz está empoderada. No obstante, el viernes quedará como un día diferente porque se animaron a decir "basta" y a exigir un respeto que hace falta para creer en la Justicia.

Los magistrados están preocupados. Saben que la "Tormenta Susana" los desacomoda al menor viento. Han tomado conciencia de que no son tan independientes como se declama. Por eso el aplauso a Herrera Molina ha sido un grito de desesperación, pero también les servirá para recuperar oxígeno.
Visto en El Aplauso y los pantalones cortos, de Federico van Mameren.

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