martes, octubre 22, 2013

El precio de ser libres

¿Quién dijo que el mercado es estable y la riqueza debe crecer incesantemente? Hace pocos años el economista Joseph E. Stiglitz recibió el Premio Nobel por demostrar cómo la información asimétrica desequilibra los resultados bursátiles.
Sólo quienes no tienen memoria histórica ignoran los ciclos empresariales y las crisis periódicas que sacuden a las sociedades en las que predominan la libertad económica y un sistema de producción basado en la existencia de propiedad privada, y en el que los precios los fija el mercado de acuerdo con la ley de oferta y demanda. Ese fenómeno, que afecta por igual a los modelos redistributivos escandinavos o a los que padecen menor presión fiscal (lo que invalida la tonta distinción entre un capitalismo bueno y otro malo), se intensifica en las sociedades más dinámicas y creativas, que son las más innovadoras e interrelacionadas, y las que más transacciones realizan.
En cambio, en las naciones sometidas a la planificación centralizada, en las que la producción la dirigen los funcionarios y los comisarios (Corea del Norte, Cuba, la URSS y sus satélites en sus buenos tiempos, si es que los hubo), naciones en las que el Estado hace las veces de empresario, la economía no da esos bandazos bruscos, y no suele retroceder súbitamente, pero el costo de esa relativa estabilidad es el estancamiento, la mediocridad, la miseria palpable, y un creciente atraso relativo con relación a la economía de las sociedades libres.
¿Por qué esa falta de vitalidad en las sociedades colectivistas? Por su improductividad debida al ahogo sistemático de las personas emprendedoras y por el aplastamiento del ímpetu creativo de los investigadores y de los espíritus innovadores. También, por supuesto, por la falta de mercado y la ausencia de competencia, lo que les impide contar con un sistema razonable de precios.
De Carlos Alberto Montaner en eldiarioexterior.com, visto en Opinión e Ideas.

No hay comentarios.: