miércoles, agosto 15, 2012

Shakespeare y Argentina

Si hoy la política argentina es interesante por algo, es precisamente porque todo el espectro político gobernante (Gobierno y oposición), más otros actores de poder fácticos como los medios de comunicación y algunos centuriones periodistas, están en pleno brote de soberbia. Ensoberbecidos. “Papita pal’ loro”, piensa Shakespeare.

Moderación, austeridad, sencillez, humildad, servicio y prudencia, son valores de los que carece hasta el hartazgo la política argentina (¿la sociedad?). Se pavonean ufanamente convencidos de su importancia, creen estar parados en la cima de la Historia y… sonríen.

El menos trágico de todos los mandatarios del planeta debe ser el presidente de Uruguay. Shakespeare no le hallaría lugar en sus obras… lo cual habla muy bien de Pepe. El hombre es cínico y no consigue tomarse “en serio” el cargo, parece. Ese mensaje es muy transgresor y todos los presidentes deben odiarlo. Como los magos odian al mago-traidor que reveló los trucos y como es odiado el fotógrafo que tomó una imagen de los verdaderos manipuladores de Carozo y Narizota. Mugica es la antitrascendencia: nos recuerda que toda pose es banal, todo auto blindado perforable, todo traje desnuda, todo discurso delata. Basta con ver cómo se viste. Debe haber leído a Shakespeare completo en la chacra, con la perra al lado, escuchando a Zitarrosa.
Fragmento de Poder, tragedia y ridículo, de Carlos Rivas.

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