La Argentina necesita inversión. Lo escuchamos hasta el cansancio. Y existe una identidad entre inversión y ahorro. Para invertir, el dinero que no sale de ahorro interno viene de afuera: deuda. Y como el ahorro interno se cae una y otra vez, deuda.
Ese ahorro que no hacemos es, por ejemplo, ir armando "un canuto" para la jubilación. Cuando sobra un mango, ver en qué invertirlo y no salir a gastarlo porque mañana no vale nada. En una simplificación, ese ahorro que da algún interés en un banco, un título público, una acción, un fondo común, sirve para fondear alguna inversión. Del otro lado, es un préstamo para que algo funcione: una empresa que se crea o se amplia, un camino que se construye.
En los últimos años hubo, nuevamente, un intento por ampliar la educación financiera. Esta vez fue desde el Banco Central. En el sitio web del BCRA todavía están publicados los primeros documentos de esa iniciativa.
No es una idea nueva: en 1915, el entonces presidente Victorino de la Plaza promovió la Caja Nacional de Ahorro Postal. Fue un intento por educar a los chicos en el ahorro: juntaban estampillas que pegaban en una libreta y que sellaban por el valor equivalente como certificado de depósito, para retirarlo cuando fueran mayores. Devaluaciones mediante, a la mayoría no le quedó más que la libreta como un recuerdo.
Copiado de Adiós otra vez, educación financiera.
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