El ex canciller de Brasil Rubens Ricupero, figura venerada en Itamaraty, en su libro A diplomacia na construção do Brasil. 1750-2016, explicó que la esclavitud fue abolida recién en 1888 (a las 13 del 13 de marzo) no por voluntad de la elite nacional sino por presión de Inglaterra, que en 1834 la había abolido en todas sus colonias y exigía lo mismo al imperio portugués, con el que ya había negociado territorio en India y China, porque para mediados del siglo XIX ya la Revolución Industrial había modificado la participación del trabajo en la producción. Además, la población negra en Brasil era mayoría a diferencia de los Estados Unidos, donde era minoría.
Quizá lo mismo termine pasando en este siglo XXI con las elites del Mercosur, incluyendo a Argentina ahora: que tengan que modernizarse no por voluntad sino por imposición desde el exterior, por acuerdos como el firmado con la Unión Europea. También al revés, lo mismo puede suceder en Europa con determinados sectores como el agrícola, e indirectamente de eso se trata la última novela –titulada Serotonina– del escritor francés contemporáneo más famoso, Michel Houellebecq –como Borges, frustrado candidato al Nobel–, a quien recientemente Macron otorgó la Legión de Honor.
“Usted es visceralmente antieuropeo, yo soy el más europeo de los presidentes franceses. Lo acusan de ser reaccionario, misógino, islamófobo, mientras que yo lucho por el progresismo, los derechos de las mujeres y el rechazo de las discriminaciones”, le dijo Macron durante la ceremonia. Y el libro Serotonina refleja el pesimismo existencial de Houellebecq: la trama está ambientada en una Francia del siglo XXI avanzado, destruida y decadente porque acuerdos como el del Mercosur con la Unión Europea hicieron quebrar a todos los agricultores franceses.
El personaje de la novela de Houellebeqc es un ingeniero agrónomo que decide renunciar a su trabajo de 15 años en el Ministerio de Agricultura de Francia, luego de intentar proponer medidas de protección a los productores de su país y aceptar un puesto de consejero agrónomo en la embajada argentina en París. “Las exportaciones agrícolas argentinas se multiplicaban literalmente desde hacía algunos años en todos los sectores –comenta el personaje para sus adentros–, y eso no era todo, los expertos estimaban que Argentina, con una población de cuarenta y cuatro millones de habitantes, podría eventualmente alimentar a seiscientos millones de personas, y el nuevo gobierno, con su política de devaluación del peso, lo había entendido muy bien, esos cabrones iban a inundar literalmente Europa con sus productos, además no tenían ninguna legislación restrictiva sobre los transgénicos”.
Una protesta armada de la Confederación Campesina y de la Coordinación Rural no logra detener la inundación de alimentos argentinos. Y socavado el futuro de la agronomía francesa, junto con otros problemas personales, el ingeniero agrónomo entra en una profunda depresión que trata con un antidepresivo de última generación que segrega serotonina sin tener los efectos secundarios de los actuales antidepresivos, pero le produce otros relacionados con la inhibición de la libido que no precisan ser spoileados para esta columna, cuyo fin es geopolítico.
Houellebecq, quien trabajó en el Ministerio de Agricultura en su juventud y esos conocimientos le sirvieron para imaginar las condiciones de posibilidad del mundo por venir de su novela, se hizo famoso también anticipando el futuro, primero con su libro Plataforma, sobre un megaatentado islamista, publicado un mes antes del 11 de septiembre de 2001, y años después con su libro Sumisión, en el que narra una Francia gobernada por un islamista, impreso pocos días antes del ataque terrorista contra el semanario satírico Charlie Hebdo en enero de 2015.
En este caso, los parecidos con la realidad son los huevazos que Macron recibió al concurrir a la mayor exposición rural de Francia por su política de reducir los subsidios agrícolas y lo anticipatorio, por el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, dado que Serotonina fue escrito el año pasado.
Otras paradojas del destino donde es difícil distinguir quién imita a quién entre la realidad y la ficción las produce el Brexit, porque a los habitantes de las islas Malvinas podría llegar a convenirles pedir la soberanía argentina ya que el 94% de sus exportaciones va a la Unión Europea y, en un cruce simultáneo de la fortuna, Inglaterra saldría de ella y Argentina ingresaría con un tratado.
En cualquier caso, resulta interesante reflexionar en un fin de semana electoral como el actual sobre geopolítica y cuánto del futuro de los países no es decidido por los políticos que se eligen para gobernarlos en cada momento de la historia.
Copiado de El libro que anticipa un futuro argentino.
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