La corrupción daña el crecimiento además por otras vías. Aparte de desalentar la inversión, genera una asignación ineficiente de recursos en la economía. Los políticos deciden mal cómo gastar, puesto que maximizan la corrupción en vez del bienestar general o el crecimiento económico. Si un político descubre que es fácil saquear los fondos públicos haciendo rutas (nótese que hacerlas no es lo mismo que terminarlas), seguramente se dedicará a ese negocio aun cuando tal vez la economía demandase la construcción de puertos o caños de fibra óptica. Así, una represa hidroeléctrica puede ser la número 50 de un ranking de costo-beneficio, pero será preferida a la opción número uno porque previamente los amigos compraron los campos a ser inundados o expropiados. Importar gas pagando sobreprecios siempre será preferido a normalizar los precios internos y bajar la dependencia de las importaciones. Los ejemplos de malas decisiones de política económica que se explican pensándolos como parte de la corrupción son innumerables.
Nicolas Dujovne en El costo oculto de la corrupción.
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