sábado, octubre 10, 2015

Paralelismo

La ciudad más importante del Estado de Pensilvania fue además pionera en la industrialización estadounidense. Tucumán fue cuna de la primera industria argentina, la azucarera.
Las dos metrópolis fueron también centros culturales, del saber y semilleros de ideas revolucionarias en sus respectivos países y hogar de presidentes, pensadores, artistas y científicos ilustres.
Por su etimología de origen griego, Filadelfia significa “la ciudad del amor fraternal”, porque se fundó bajo el deseo de que fuera un centro de tolerancia política y religiosa. Sobre Tucumán se discuten varios significados. Uno de ellos, el que investigó Nicolás Avellaneda, propone que quiere decir “cabeza de luz” o “cabeza luminosa”, por Tucu, que es luz -los indios le decían tucus a las luciérnagas- e imán, que significa cabeza.
Por su posición estratégica dentro de las trece colonias, Filadelfia fue epicentro de numerosas batallas libertadoras, lo mismo que le ocurrió a Tucumán antes, durante y después de 1816.
Por último, en Filadelfia se declaró la independencia de los Estados Unidos, el 4 de julio de 1776. Cuarenta años después se independizaba Argentina, también en Tucumán, un 9 de julio.
Las coincidencias siguen y no son casuales, porque ambos distritos fueron centrales en procesos históricos similares.
(...)
Hace unos años, durante una reunión a propósito de los proyectos para el bicentenario de la Independencia, que se celebra el año que viene, un cura propuso construir una torre de hierro sobre la avenida Mate de Luna, a la altura del parque Avellaneda, tipo Eiffel pero bastante más chica, que los autos pasen por abajo, que tenga distintos niveles de miradores, con referencias históricas de la ciudad, entre otras cosas, y que se llame “Torre de la Independencia”. Su idea incluía todo un paseo histórico y turístico alrededor de la torre, ya que además del parque, que podría ser temático, la Municipalidad cuenta con importantes terrenos en la zona. Más allá de que se pueda estar o no de acuerdo con el proyecto, el objetivo era crear un símbolo importante, un ícono referencial y representativo, para comenzar a construir la identidad que ha perdido Tucumán.
Puede haber decenas de proyectos como este o mejores, el problema es que si nuestros dirigentes no piensan en grande, con ideas revolucionarias y trascendentales, mucho menos lo hará la gente. Si en la cabeza de los funcionarios hay sólo cordones cuneta y familiares acomodados en algún carguito, difícilmente podamos ser otra cosa que la que somos.

Construir una identidad, llena de orgullo y emociones, genera los vínculos necesarios para unir a una sociedad dividida desde hace décadas. Un pueblo sin identidad no tiene futuro y esa es la base para intentar volver a ser la Filadelfia argentina.
Copiado de Cuando Tucumán era Filadelfia, de Federico Türpe.

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