domingo, junio 21, 2015

El loco y el gaucho, por Hanglin

En su exposición de los oficios del gaucho, Sarmiento destaca: el cantor, el baquiano, el rastreador y el gaucho malo. Curiosos perfiles que son delineados con indudable admiración.
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Para Sarmiento, el más extraordinario de todos estos personajes es el rastreador. En un mar de llanuras donde no hay caminos ni señales, donde las sendas se cruzan en todas las direcciones, donde las bestias pacen libremente, el hombre precisa seguir la huella de un determinado animal y distinguirlo entre mil, saber si va despacio o ligero, suelto o tirado (de una rienda) cargado o vacío. Es ciencia popular. "Una vez -recuerda Sarmiento- caía yo de un camino de encrucijada al de Buenos Aires, cuando el peón que me acompañaba echó la vista al suelo como era su costumbre, y dijo: Aquí va una mulita mora muy buena...es de la tropa de Don Nicasio Zapata.es de muy buena silla. va ensillada.ha pasado ayer". El paisano venía de San Luis, la tropa volvía de Buenos Aires, y hacía un año que no veía a aquella mulita mora (una cabalgadura más entre miles) cuyas pisadas en el suelo se mezclaban con muchas otras en una ancha rastrillada. Y era un simple peón, no un rastreador profesional. Pero en el arte de seguir los rastros, Sarmiento ve una especie de magia: aquellos hombres leían en la tierra una escritura desconocida para todos los demás, que en este sentido eran -y somos- analfabetos.
Copiado del artículo El loco y el gaucho, de Rolando Hanglin.

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