Un hombre muerto yace tirado en el piso de su baño en un departamento de Puerto Madero, en Buenos Aires, y no descansa en paz. Se ha llevado con él un secreto terrible, un secreto que tiene a un país entero en vilo, al borde del abismo. Qué soledad la de ese fiscal, qué desolación la de Argentina.
(...)
¿Qué arruina a un país?, ¿la riqueza fácil tal vez? ¿Y por qué una porción significativa del pueblo argentino terminó por entregarles el país, casi con resignación primero y después cinismo, a oscuras mafias disfrazadas de ideología?Hay un momento en la historia de nuestros países, en que con el silencio cómplice, todos podemos ser parte del círculo vicioso de crímenes y mentiras. Es más fácil no ver, no denunciar, no decir.Que un país con el capital humano y cultural de Argentina esté en esta trágica encrucijada es una señal de alerta para nosotros mismos, que nos hemos creído inmunes a la corrupción en el contexto de Sudamérica, pero que hemos visto cómo en las últimas semanas ha caído el velo que ocultaba la promiscua relación entre política y negocios.
De La Ética asesinada, de El Mercurio de Santiago de Chile.
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