La trampa más exitosa que instaló el kirchnerismo en esta década, aunque cada vez con menos resultados, es la de descalificar toda crítica con la antinomia discursiva. Como maestros del sofismo tribunero, chicana, como dicen en el barrio, anularon cualquier debate con toda persona que no sea digna de la emancipación épica que propusieron Néstor y Cristina.
Periodistas de medios no cooptados por el gobierno, intelectuales, empresarios, sacerdotes, gremialistas, artistas y todo actor civil con pensamiento propio forman parte de la caterva opositora al servicio del imperio y del odio y en contra de los intereses del pueblo y del amor infinito. Es decir, para el kirchnerista convencido, ese que camina por la calle con los dos dedos en ve en alto, para poder criticar tenés que ser kirchnerista, de lo contrario tu opinión no será una opinión sino que serás “empleado de…”. Así, si alguien dice que no le gusta el color blanco, el K entusiasta le responderá que apoya al negro. Si uno propone eliminar la sal de las comidas, el K exaltado dirá que se defienden los oscuros intereses del azúcar. Y así con todo, porque lo que en realidad se oculta detrás de la descalificación constante es una contradicción discursiva insostenible, es decir, la ausencia de un modelo político distinto, como tanto pregonan. Sólo es la misma política corporativa y corrupta de siempre, con una diatriba más exaltada. Y ojo con expresar el hartazgo por la corrupción política, porque no faltará el talibán que conteste: “vos querés que vuelvan los militares”.
Si decimos que es obsceno que un travesti mayor de 40 años cobre un subsidio de 8.000 pesos y un preso perciba 4.000 pesos, mientras un jubilado que aportó, justamente 40 años, gane la miseria de 3.200 pesos, el falso progresismo nos acusará de xenófobos, discriminadores, homofóbicos, fascistas, autoritarios, cipayos, etc, etc. Podemos coincidir con todos los subsidios, pero lo que no podemos es negar que la proporcionalidad de los ingresos de las personas asistidas por el Estado y más aún, en relación a su merecimiento, es absolutamente irracional. No gana 8.000 pesos la mayoría de los trabajadores que se rompen el lomo de sol a sol.
Copiado de El Capitalismo planero
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