Es 12 de octubre de 1880. El General Julio Argentino Roca, de 37 años, con su resplandeciente uniforme de gala y sus condecoraciones de la guerra con el Paraguay y la Conquista del Desierto, se dirige a pie por la calle de la Victoria rumbo al austero edificio del Congreso, ubicado a pasos de la Casa de Gobierno. Va a prestar el juramento de ley y a dirigirse por primera vez al Parlamento como presidente de los argentinos.
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Luego, sentado, con voz que la prensa definirá como "apagada", expresa: "El secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento a la Constitución; y no se necesitan seguramente las sobresalientes calidades de los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista. Puedo así, sin jactancia, deciros que la divisa de mi gobierno será paz y administración."
Al concluir los aplausos Roca desanda la marcha y camina, rodeado de altos funcionarios, en medio de los vivas de sus partidarios, hacia la Casa de gobierno donde lo espera Avellaneda para entregarle la banda y el bastón presidencial. El tucumano de baja estatura y generosas ideas qua ha regido la República durante seis años de constantes turbulencias pone en mano del tucumano prematuramente calvo, de cuerpo también puequeño y movimientos tan discretos como su boca -asostumbrada a abrirse sólo en el momento oportuno- las insignias del mando. Ambos esperan que los enfrentamientos civiles cedan paso a una auténtica concordia.
Julio A. Roca,
Grandes Protagonistas de la Historia Argentina.
Colección dirigida por Félix Luna.
1999, Editorial Planeta.
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