La ayuda occidental a los países más pobres de África es muy importante. Con frecuencia cubre porcentajes muy altos de su producto nacional. A eso se agregan las cancelaciones periódicas de la deuda.
Bueno, dirán algunos ¿qué hay de malo? Hay mucho de malo, porque tantas ayudas no estimulan el crecimiento en absoluto; alimentan en cambio la eterna adolescencia económica y la irresponsabilidad política africanas. Los gobiernos africanos saben muy bien que aunque malgasten la ayuda, los países occidentales, acuciados por los remordimientos, les darán más. Peor aún: la ayuda distorsiona las instituciones políticas, tomadas a menudo por gobernantes corruptos que se adueñan del botín de la ayuda y con ella construyen su riqueza y su dominio. Y puesto que el secreto del desarrollo es el acoplamiento virtuoso entre las buenas instituciones políticas y los correctos incentivos económicos, la ayuda mata el crecimiento e inhibe el desarrollo. Pero entiendo: es más fácil y más popular condenar a los "países desarrollados" que invocar la democracia y el buen gobierno en los países pobres; aunque esto, también, equivale a tratarlos como adolescentes eternos. A Borges, más cáustico que irónico, no le gustaba "el rasgo demagógico de Cristo". ¿Qué diría del Papa?
Copiado de Que pensaría Borges del Papa.
lunes, septiembre 25, 2017
La eterna adolescencia económica
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