sábado, julio 13, 2019

El límite del engaño

La posibilidad de éxito del engaño tiene un límite. Depende tanto del tamaño de la mentira como de la convicción del que miente. Alberto Fernández y Cristina Kirchner impulsan un simulacro, pero su talento para lograr la suspensión de la capacidad crítica de los incautos es dispar. Para estar ante una cosa -un latrocinio, por ejemplo- y ver otra -la revolución socialista, digamos- se necesita la fe de los fanáticos. Fernández no pertenece a la clase de políticos capaces de promoverla. Aun en medio de los excesos del kirchnerismo, cultivó a conciencia formas moderadas y ahora se coloca -o lo han colocado, que para eso lo llamaron- en un lugar delicado: justificar y defender la década perdida a través de la razón. Y eso, para peor, después de haber defenestrado, con lógica cartesiana, la gestión de su exjefa y actual compañera de fórmula. Ahora Fernández tropieza con sus propias contradicciones. No debería enojarse con los periodistas. Fue él quien aceptó el convite de la expresidenta. Se equivocó de partido o de método. Por ahí la cosa no va.

Copiado de Alberto Fernández, un equilibrista en apuros.

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