viernes, diciembre 12, 2014

La década ganada en Uruguay

Puesto que en Uruguay los legisladores no suelen actuar como autómatas obedientes dispuestos a avalar cualquier capricho presidencial, por estrafalario que fuere, el jefe de Estado no se ve constreñido a hacer gala de su “carisma”. Gobernar es una tarea colectiva. Por tanto, Tabaré puede ser tan “aburrido” como Fernando de la Rúa sin que su normalidad le haya ocasionado dificultades. A su modo, encarna la sensatez, una virtud que es poco apreciada en países en que la gente prefiere que la política sea melodramática pero que, andando el tiempo, posibilita resultados muy superiores a los logrados por personajes que, según sus admiradores, poseen cualidades tan excepcionales como las atribuidas a Néstor Kirchner y su viuda.
Aunque Pepe Mujica sí llegó a impresionar al resto del mundo por su estilo particular, el de un hombre tan olímpicamente desdeñoso de los lujos consumistas que, comparado con él, Jorge Bergoglio es un sibarita, su propia afición a la austeridad monacal no ha sido óbice para que el gobierno que encabeza manejara la economía con realismo. El que, sin habérselo propuesto, Mujica sea el dueño del escarabajo más valioso del planeta, refleja la paradoja de un mandatario que, sin ningún interés en enriquecerse personalmente, ha hecho mucho más que Cristina, una partidaria entusiasta del consumismo frenético, para que sus compatriotas sigan gozando de un nivel de vida material envidiable.
Por ser Uruguay un país pequeño en un vecindario dominado por uno de proporciones gigantescas, según las pautas no asiáticas, y otro de dimensiones demográficas medianas, dirigentes como Tabaré y Mujica han entendido que sería absurdo que perdieran el tiempo con fantasías geopolíticas. Por vocación, son moderados. Y si bien todos los políticos uruguayos están acostumbrados a dar prioridad a la relación con Brasil y la Argentina, de ahí la adhesión emotiva al Mercosur, a esta altura tienen motivos de sobra para sentirse fastidiados por el proteccionismo congénito de los socios brasileños y la prepotencia de los gobiernos argentinos más recientes. Uruguay no abandonará el Mercosur dando un portazo, pero si se desmoronara, pocos tendrían motivos para lamentarlo.

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